Viernes, 19 de Septiembre 2025, 10:11h
Tiempo de lectura: 4 min
Nada más funesto que creerse alguien. Una manera de distinguir a los verdaderos sabios de los fatuos, los mercachifles, los tahúres y los embaucadores de toda clase y condición –que comienzan por estafarse a sí mismos– es que quien de veras sabe no se da jamás ínfulas ni reclama laureles o reverencias. Quien de veras sabe lo primero que tiene claro es que del vasto océano del conocimiento humano –que alcanza no sólo lo que está en los libros, sino lo que la vida enseña– con suerte y esfuerzo uno sólo puede llegar a abarcar, y siempre precariamente, una porción mínima. Piénsese, por añadidura, en todo lo que los humanos no hemos logrado desentrañar, y en buena medida no averiguaremos nunca. A partir de esa certeza, sólo llega a ser alguien quien acata con decoro su propia insignificancia.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Nara
A primeros de julio uno de nuestros más ancianos vecinos fue hospitalizado de urgencia y su hijo, que vive en otra ciudad, acudió de madrugada a por él. Nos echó las llaves por encima de nuestra valla, y desperté al día siguiente con un wasap: que, por favor, me encargara de la perrita. Al principio sentí inquietud: no sabía si sería por pocos días o más, y mi vida ya era complicada. El primer día me encontré a una perra, Nara, más inquieta y nerviosa que yo. Para mi sorpresa, mientras le ponía su comida, oí el maullido de un gato que desde el otro extremo requería también cuidados. Así nos convertimos en cuidadores de una perra y un gato. Entrábamos mis hijos y yo dos veces al día a estar con ellos y alimentarlos. Después empezamos con paseos a Nara, que veía el mundo como por primera vez. Pasado un mes, lo que era obligación pasó a ser deseo de ver a Nara, que siempre nos recibía con saltos y ladridos. Pasó el verano y hoy el hijo del vecino vino a por ella, dada la mejoría del dueño. ¿Nosotros? Siempre recordaré los paseos con Nara y mis hijos, su alegría al vernos, sus ojos limpios. Hoy, al ver el silencioso chalé, supimos que la echaremos siempre de menos.
Pilar Martínez Albuixech. Valencia
Ser alguien
Soy el hijo mayor de un pastor de ovejas y cabras. Mi padre pastoreó muchos años el rebaño (que no era suyo) por Castilla la Vieja. Siempre me dijo: «Estudia y aplícate para ser alguien y colocarte, y no llevar la misma vida que yo, porque no tenía otra y había que pagar el pan que entraba en casa». Le hice caso, no sé si como él esperaba, pero con pocos años me coloqué como repartidor, luego como camarero y luego entré en una oficina. Como homenaje a ese hombre bueno, sacrificado, trabajador, sin estudios, pienso que él, mi padre, ese pastor de ovejas y cabras que nos dejó hace veinticinco años, sí era alguien, más que muchos de los que nos gobiernan. Valgan estas letras como tributo a un hombre con un sentido de la honradez cuyo ejemplo contrasta con el de quienes (algunos hoy en la cárcel) solo han sabido aprovecharse del sacrificio de los demás. Orgulloso estoy de mi padre. Siempre le recordaré con piedad de hijo.
Fernando Fuentenebro. Pamplona
La herencia que trasciende
El tiempo pasa, pero lo que perdura no son las horas, sino las huellas que dejamos en los demás. No son los relojes los que marcan la vida, sino los momentos con presencia real, sin distracciones, presentes y sin dar juicios de valor; una risa compartida sin motivo, un gesto amable, una sonrisa, una mano tendida. Decimos: «No tengo tiempo», y con esa excusa aplazamos lo esencial, lo que de verdad nos nutre. Al final, no quedarán de nosotros los logros ni las prisas, sino la presencia, la atención y el calor compartido. Esa es la herencia que trasciende al tiempo.
Yolanda Núñez. Zaragoza
LA CARTA DE LA SEMANA
EL misterio del 'tupper'.
Escribo para denunciar públicamente un drama que nos afecta a muchos ciudadanos y que, curiosamente, apenas recibe la atención mediática que merece: la desaparición misteriosa de los tuppers en la oficina. Resulta que uno prepara con amor su ensalada de pasta, la guarda en un tupper hermético —que según el fabricante podría sobrevivir a una explosión nuclear—y, sin embargo, un buen día, el recipiente se esfuma sin dejar rastro. Nadie sabe nada, nadie ha visto nada. Silencio absoluto. El 'expediente X' de la vida laboral. He llegado a la conclusión de que en cada empresa existe un agujero negro, un portal interdimensional que engulle tuppers, entre otras cosas... Algunos dicen que los compañeros se los quedan «por error», pero yo no me creo que haya tantos despistes: ¡a estas alturas deberíamos tener en el mercado una aplicación para rastrear tuppers por GPS made in China! Lo que más duele no es el plástico, sino la pérdida de la tapa, porque es bien sabido que ninguna otra encaja jamás. Una acumula bases huérfanas y pierde tapas rebeldes, un drama doméstico que ni Shakespeare habría sabido explicar. Por todo ello, solicito que alguien lidere amablemente una campaña nacional: «Ni un tupper menos». España se merece transparencia, justicia... ¡y un lugar seguro donde guardar el gazpacho!
Carmen G. Coello
-
1 ¿Estás leyendo esto en el baño? No eres el único pero tienes los minutos contados...
-
2 El pueblo donde cientos de hombres fueron asesinados... por sus esposas
-
3 El poder de las mioquinas: cuando el músculo protege tu cerebro
-
4 Vivir en el edificio más delgado del mundo cuesta 66 millones
-
5 «'2001' es al cine lo que la 'Novena sinfonía' a la música clásica»
-
1 ¿Estás leyendo esto en el baño? No eres el único pero tienes los minutos contados...
-
2 El pueblo donde cientos de hombres fueron asesinados... por sus esposas
-
3 El poder de las mioquinas: cuando el músculo protege tu cerebro
-
4 Vivir en el edificio más delgado del mundo cuesta 66 millones
-
5 «'2001' es al cine lo que la 'Novena sinfonía' a la música clásica»