Viernes, 29 de Agosto 2025, 09:31h
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Hay quien dice que en este agosto flamígero los españoles hemos recogido el fruto de la desidia del invierno. Hay quien culpa de todo al cambio climático y a quien le viene mejor hablar de pirómanos. Hay quien carga el desastre a la negligencia y la mala política autonómica y quien atribuye pasividad y oportunismo a la autoridad estatal. Lo cierto es que se han quemado trozos inmensos de León, Zamora, Lugo, Orense y Cáceres, con todo lo que había dentro: bosques, pastos, casas, almacenes, animales. Y que varias personas han perdido la vida por evitarlo y la nube de humo tiñe de rojo la Península Ibérica en el mapa de calidad del aire de una Europa que en contraste se ve verde y azul. Lo cierto es, también, que las circunstancias fueron las más adversas y que estuvimos mal defendidos. Y así continuamos.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Galgos o podencos
«Son galgos», le decía Sánchez a Mañueco. «Son podencos», contestábale Mañueco. Y mientras tanto mi región, Castilla y León, se quemaba. Estas personas, las únicas que pueden hacer algo para paliar la situación, en vez de ponerse hombro con hombro a trabajar se echaban la culpa el uno al otro. «Ponemos todos los medios del Estado a disposición de las comunidades autónomas», dice Sánchez. «Nos hacen falta aviones y más gente de la UME», le pide Mañueco. «No nos quedan medios, pero puedes declarar el nivel 3 de emergencia para que os ayudemos», contesta Sánchez. «Si nos estás diciendo que no hay medios, para qué va a servir», sentencia Mañueco mientras nogales y castaños centenarios, paisajes irrecuperables, viviendas e incluso vidas humanas se están perdiendo. Ya que nada se puede esperar de la clase política, habrá que encomen-darse a la bajada de las temperaturas.
Luis Felipe Muñoz de la Calle. Segovia
Tranquilidad
Si los trenes no llegan, tranquilidad. Si la luz se va, tranquilidad. Si tus impuestos financian vicios de ministros impresentables, tranquilidad. Si la Seguridad Social te cita para una intervención quirúrgica dentro de un año, tranquilidad. Si ni se aprueban los Presupuestos Generales del Estado, aunque la Carta Magna nos obligue y tus ayudas quedan congeladas, tranquilidad. Si tu pueblo arde mientras el ministro de turno se toma un gintonic en la playa, tranquilidad. Si te roban el móvil en la terraza del bar porque no hay suficiente policía, tranquilidad. Si tu jefe te exige hacer horas extras sin cobrarlas mientras una ministra te habla de reducir la jornada laboral, tranquilidad. Si este verano te toca trabajar por ti y por tu compañero porque él tiene un amigo médico que le da la baja para descansar a tu costa, tranquilidad. Si el banco te aprieta para que pagues una hipoteca que te ahoga, tranquilidad.
J.G.N. Burgos
El virus de la polarización
La polarización no es un fenómeno nuevo, pero sí su intensidad y su dimensión afectiva. Aunque aquí el nivel no alcanza aún el de Estados Unidos o Brasil, la crispación política y mediática ha favorecido un clima de desconfianza que va más allá del debate ideológico. ¿La diferencia clave? Ya no discutimos ideas: rechazamos visceralmente a quienes las sostienen. Esto convierte la política en un campo de batalla emocional donde la identidad partidista pesa más que los argumentos. El peligro radica en que la polarización afectiva no solo moviliza a los votantes, sino que debilita las bases democráticas: cuestiona procesos electorales, erosiona la confianza en las instituciones y bloquea la cooperación. Si el adversario se percibe como enemigo ilegítimo, la democracia deja de ser un espacio de deliberación y se convierte en un juego de suma cero. Ese es el verdadero riesgo.
Xián Antón Lorenzo Rodríguez. Ourense
Las grandes víctimas
Estamos asistiendo estos días a una terrible sucesión de incendios que asolan la zona norte de nuestro país. Todos ellos me duelen, especialmente los de León, que es mi casa. En mi pueblo, La Bañeza, hemos despedido hace unos días a dos vecinos de 35 y 37 años que ayudaban a la extinción de un fuego. Una enorme e irreparable pérdida. Nuestra provincia de León era hasta ahora el territorio con más reservas de la biosfera del mundo. De las siete que hay, cinco han sufrido el devastador zarpazo de los incendios. Y esa gran olvidada, de la que nadie habla, ni la prensa ni las cadenas de televisión, que es nuestra fauna salvaje... Respetando la prioridad de la vida humana, la de ellos también es importante. Los animales, a su nivel, sienten, conocen y entienden, pero son inocentes, no tienen maldad y son las grandes victimas de estos fuegos. Pierden dolorosamente la vida o quedan dolorosamente heridos en sus patas, en sus ojos, en su piel... vagando sin rumbo en medio de la nada. Han perdido sus casas, sus madrigueras, sus nidos, su alimento. En León se han visto afectadas las dos zonas oseras, la occidental de Los Ancares y la Oriental de Picos de Europa, el hábitat del urogallo, especie en grave riesgo de extinción, ungulados, mustélidos, aves... Tristeza y respeto a mis vecinos de Zamora, de Orense y de la hermosa tierra de Extremadura.
Francisco Román. León
Incendios sin zapadores
Cientos de miles de hectáreas quemadas. Los políticos, mientras tanto, peleando por ver cuál es el responsable. Responsables son todos. Otra catástrofe nacional como la DANA con idéntico resultado. El uso del ejército está tanto para guardar y proteger la soberanía nacional de agresiones externas como para intervenir y apoyar en catástrofes en territorio nacional. Ha transcurrido una semana hasta que se ha solicitado apoyo de las Fuerzas Armadas. El ejército dispone de 120.000 efectivos. Además de la UME, cuenta con más efectivos; entre ellos se encuentran los ingenieros zapadores. Los hay en la Armada, ejércitos del aire y del espacio, pero principalmente en el ejército de tierra, que tiene dos regimientos de ingenieros —uno en Salamanca y otro en Zaragoza— así como ocho batallones de zapadores que disponen de puentes y maquinaria como bulldozers, excavadoras, volquetes, motosierras, motobombas, picos, palas, hachas, todo lo necesario para actuar, además de la Brigada Logística, que dispone de los medios de apoyo logístico tanto para los militares como para la población civil. Las Comunidades Autónomas han pedido su intervención, pero el Ejército cumple órdenes. Si no hay quien las dé, no puede intervenir. Así que los incendios han seguido con escasos efectivos.
Agustín Aznar Sánchez. Zaragoza
Encuentros
No fue algo premeditado. Los tres aparecimos por aquel oasis de aire acondicionado huyendo del sofocante calor de agosto en el desierto de la ciudad y arrastrados por nuestro común vicio inconfesable. Primero me encontré a la de Historia, con un puñado de libros bajo el brazo, y luego al de Literatura, con otros cuantos en las manos. Nos saludamos divertidos, con la complicidad de unos ladrones a los que hubieran sorprendido robando el mismo banco. Echamos un buen ratico hablando en voz baja en un pasillo poco concurrido, sin dejar de sonreír, recordando anécdotas y compañeros. Una vez puestos al día, nos separamos con discreción y abandonamos la biblioteca cada uno por nuestro lado para perdernos de nuevo bajo el sol con un alijo de historias con el que terminar de pasar el verano.
Armando Jordán Ramos. Murcia
Camareros de etiqueta
Resulta incomprensible en esta calurosa España de los meses de verano, con temperaturas que marcan más de 35 grados durante gran parte del día, que aún sea exigible en muchos casos una vestimenta propia del siglo XIX para los camareros, estando estos obligados incluso a llevar la sofocante pajarita anudada con una goma alrededor del cuello, y en muchos casos, el correspondiente chaleco encima de la camisa. Personalmente, me siento muy incómoda cuando alguien viene a atenderme a la terraza de turno uniformado con ropas tan inapropiadas para su trabajo con este intenso calor. Me pregunto qué sentido tiene en estos tiempos exigir esta indumentaria a estos esforzados trabajadores de la hostelería, cuando el mismo rey Felipe VI rebaja la etiqueta para los varones en sus recepciones oficiales a una cómoda y fresca guayabera, no siendo comparables las temperaturas que puede ofrecer un palacio balear a la orilla del mar a primera hora de la noche con las de Sevilla a las dos de la tarde. Creo que muchos usuarios de terrazas en verano agradeceríamos que las personas que esforzadamente nos atienden en esta época del año vistiesen de forma mucho más adecuada. Un poco de solidaridad y modernidad, por favor.
María Dolores Bermejo Gómez. Mairena del Aljarafe (Sevilla)
El final del verano
Estoy sentado en el muelle de trasatlánticos, mirando al mar y a las motos de agua. Una chica pide una clarita de limón y su acompañante un vermú rojo. Él lo huele varias veces antes de darle el primer sorbo, pero ella se adelanta y deja la marca de labios en la copa. Parece que a él no le gusta, igual lo pidió por pedir. Ella se apresura a pedir el datáfono y sacar la tarjeta. Casi ni se hablan, pero se miran. Y es que lo del vermú el domingo por la mañana está sobrevalorado, puesto que no es el vermú, es con quién te lo tomas. Aunque para algunos y algunas empieza incluso en la primera quincena de septiembre, en este puente de agosto, o pasada esta primera quincena del mes, lo cierto es que el verano termina el día anterior al comienzo de las clases en los colegios e institutos españoles. La víspera se puede hacer insoportable. Lo digo porque solamente las niñas y los niños viven el verano y lo exprimen como lo que es: verano. Todavía pelean contra las olas, se rebozan, excavan agujeros, construyen fuertes y castillos, canales, compran helados de cartel, corren y caminan descalzos, pagan con monedas, lloran por los cristales que se clavan en los pies, arrancan cañas para hacer lanzas, recolectan piedras o recogen plumas… No lo olvidemos, el verano de las niñas y de los niños seguirá siendo el mejor, el más puro y el que tiene más sentido disfrutar. Y para el resto, el verano al final se convierte en el resto aguado de vermú, los hielos derretidos y en la rodaja de limón pocha del fondo de la copa. También me encanta ver a parejas jóvenes dormir siesta al sol en 'toalla de dos', sin estar pendientes de la vida de los demás con el móvil. Mejor anestesiados en la siesta que despiertos con el aparato entre manos: «Ya ni se tocan tanto como aquellos jóvenes que fuimos», decía una señora que los observaba desde una terraza tomando su cortado con hielo de después de comer. Una señora jubilada.
Pablo Lameiro González. Vigo (Pontevedra)
LA CARTA DE LA SEMANA
Un chico del pueblo
La anécdota es recurrente en mi familia: mi abuelo, ya septuagenario, saludó a un conocido de su quinta por la calle. Intrigados, sus hijos le preguntaron quién era aquel señor: «Un chico del pueblo», respondió. A sus hijos les pareció que 'de chico' tenía poco. Mi abuelo no vivía en el pueblo desde hacía años, se había ido joven y solo volvía de vez en cuando. Conservaba algunos amigos, que siguen siendo hoy grandes clásicos. ¿De qué? Del saber estar, del cariño, del ser de ley y saber comportarse y estar cuando hay que estar. Viven, estos clásicos, no muy lejos del incendio. ¿Qué es ser 'un chico del pueblo'? Hay una unión, unos valores, un ser de aquí y no querer irse. Esta unión y estos valores nos han salvado estos días. Mientras los políticos se ponen medallas por pedir ayuda a la UE al quinto día y la ministra responde combativa y satisfecha que todos los medios ya están siendo utilizados casi al noventa por ciento, León entierra a dos chicos del pueblo, de los que ya no quedan.
Inés Suárez-Lledó. Gijón.
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