Viernes, 19 de Septiembre 2025, 10:10h
Tiempo de lectura: 3 min
Muchas veces he comentado que, para conocer las tendencias artísticas de tal o cual época, no basta con asomarnos a las plazas donde reposan las obras de los grandes maestros, sino que debemos adentrarnos en calles menos transitadas, incluso en callejones oscuros, aun a riesgo de que nos roben la cartera. La literatura, el cine, la pintura y, en general todas las artes, son una colmena donde, al lado de la abeja reina, conviven multitud de obreras y no pocos zánganos; y el caso es que algunos de esos zánganos y multitud de esas obreras esconden tesoros –casi siempre modestos, mezclados con ganga y hasta un poco mugrosos– que merecen ser reivindicados.
Zambullirse en el universo maltrecho de Hugo Haas es un 'placer culpable' que recomiendo
Este verano he tenido la suerte de descubrir a Hugo Haas (1901-1968), un cineasta nacido en Brno (actualmente República Checa), de familia judía, que llegó a ser durante los años veinte uno de los actores más descollantes del Teatro Nacional de Praga. Su prestigio y su fama eran tan indiscutidos que el célebre Karel Capek escribió pensando en él su obra La plaga blanca, una trágica sátira que nos habla a un tiempo del ascenso del totalitarismo y de la extensión de una plaga que parece incurable; y de cómo esa plaga sirve al totalitarismo para sojuzgar a la población (sorprende que nadie quisiera recuperar esta obra durante los años del coronavirus). Luego Hugo Haas haría en 1937 una adaptación cinematográfica de esta obra de Capek, que seguramente sea la mejor película de su etapa checa, durante la cual empezaría a escribir, dirigir, producir y protagonizar sus propias películas, un hábito que terminaría siendo su rasgo primordial.
Con el ascenso de Hitler y la ocupación de Checoslovaquia, Haas será despedido del Teatro Nacional y en 1939 decide abandonar su país, acompañado de su esposa, para instalarse en Estados Unidos (así se librará de morir en campos de concentración, como les ocurrió a su padre y a su hermano, el compositor Pavel Haas). Durante algunos años, Haas trabajó como actor de reparto en decenas de producciones hollywoodenses, siempre en papeles un tanto histriónicos de emigrado que subrayaban su exótico acento. Hasta que en 1951, financiándola con sus ahorros, pudo por fin Hugo Haas dirigir y producir, escribir y protagonizar Pickup, que sería su primera película americana de un total de catorce, todas ellas de presupuesto modesto y asuntos muy similares, en los que se entremezclan la melancolía del exiliado, los traumas del superviviente y las debilidades carnales del hombre maduro que acaban llevándolo a la perdición. Hugo Haas siempre será el protagonista masculino de sus películas; y para interpretar a las femmes fatales que trastornan y desbaratan la vida del protagonista elegía a actrices ignotas, siempre rubias y siempre de presencia rotunda, como Beverly Michaels o Cleo Moore. Sospecho que Haas, en la vida real, padecía las mismas debilidades, los mismos traumas y las mismas melancolías que sus protagonistas.
El cine de Hugo Haas es siempre menesteroso, con tramas melodramáticas redimidas por una brisa cínicamente noir que las torna muy atractivas; y explora los territorios de la soledad, la codicia y el deseo sexual, en atmósferas sórdidas y destructivas. The Other Woman (1954), sobre una actriz frustrada que por despecho busca venganza contra un director de cine, es la película que me sirvió para descubrir el talento de Hugo Haas (y tal vez por ello sea entre todas mi favorita). Pero también merecen destacarse la conmovedora e introspectiva The Girl on the Bridge (1951), donde afloran los traumas en carne viva de un hombre que perdió a su familia en la guerra; la amarga Strange Fascination (1952), sobre un pianista europeo de renombre mundial que se enamora de la cabaretera que lo convertirá en un despojo; y Lizzie (1957), que se adentra en la mente de una mujer con trastorno de personalidad múltiple, con atmósferas expresionistas y un argumento salpimentado de escabrosidades.
Todas las películas que Haas dirigió en Estados Unidos son de producción muy precaria; pero esta limitación les presta un encanto irresistible. No son obras maestras, desde luego; y por momentos resultan un tanto previsibles o estereotipadas, con ramalazos de ternurismo kitsch y tremendismo desaforado; pero en todas ellas alienta la llama de un verdadero auteur de talento magullado que tuvo que hacer toda su carrera a trompicones, en las condiciones menos favorables, pero siempre con la chispa encendida de una genialidad hecha jirones. Zambullirse en el universo maltrecho de Hugo Haas es un 'placer culpable' que recomiendo a las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan.
-
1 ¿Estás leyendo esto en el baño? No eres el único pero tienes los minutos contados...
-
2 El pueblo donde cientos de hombres fueron asesinados... por sus esposas
-
3 El poder de las mioquinas: cuando el músculo protege tu cerebro
-
4 Vivir en el edificio más delgado del mundo cuesta 66 millones
-
5 «'2001' es al cine lo que la 'Novena sinfonía' a la música clásica»
-
1 ¿Estás leyendo esto en el baño? No eres el único pero tienes los minutos contados...
-
2 El pueblo donde cientos de hombres fueron asesinados... por sus esposas
-
3 El poder de las mioquinas: cuando el músculo protege tu cerebro
-
4 Vivir en el edificio más delgado del mundo cuesta 66 millones
-
5 «'2001' es al cine lo que la 'Novena sinfonía' a la música clásica»