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La nueva guerra psicológica
Viernes, 03 de Octubre 2025, 10:53h
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El soldado Oleksij cometió un error fatal: abandonó su refugio subterráneo en los bosques del Dombás (Ucrania). Al instante, la metralla de un dron ruso desgarró su pierna. El ucraniano pasó dos días arrastrándose entre la maleza y tomando analgésicos que sus compañeros le lanzaban desde otro dron. Cuando el dron Dragón –un robot de evacuación– llegó para rescatarlo, otro dron enemigo destrozó el artefacto de salvamento. El oficial ucraniano al mando, apodado Elektrik, ordenó al robot dañado que regresara vacío. La tecnología no podía perderse. El herido tendría que esperar. Oleksij tuvo suerte: sus compañeros pudieron rescatarlo finalmente en un vehículo blindado.
Esta es la nueva realidad en la guerra: los drones son omnipresentes. Lanzan granadas, vigilan el terreno y colocan minas antitanque. Los llamados 'drones madre' transportan drones FPV ('vista en primera persona'), pequeños modelos desechables controlados a distancia, mientras que otros drones llevan amplificadores de señal para aumentar el alcance de los FPV. Más arriba vuelan drones con cámara que observan lo que sucede en tierra, y más arriba aún vuelan grandes drones de reconocimiento.
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No falta mucho para que los drones puedan seleccionar ellos mismos, sin intervención humana, quiénes son sus enemigos. ¿Debemos permitirlo? Hablamos con una experta, la profesora de Ética y Tecnologías de Defensa de Oxford y miembro del Consejo Asesor de Ética del Ministerio de Defensa británico.
Rusia y Ucrania producen cada año millones de estos aparatos. Según el oficial Elektrik, la 'zona de muerte' se extiende más de 10 kilómetros a cada lado de un frente de 1200 kilómetros de longitud. Una franja donde todo lo que se mueve es visto y atacado desde el aire. «Solía ver guerras como esta en películas de ciencia ficción –dice el soldado Oleksij–, pero nunca imaginé vivir algo así».
Los soldados como él viven bajo tierra. Desde que los drones dominan el cielo, solo es posible salir al exterior los días con lluvia o niebla densa. Cada poco tiempo, un dron de transporte –generalmente un dron agrícola Vampire reconvertido– les deja comida, agua y munición. Algunos soldados permanecen en sus puestos subterráneos más de cien días y reciben ropa de invierno o de verano, también por dron.
El auge de los drones comenzó hace dos décadas con la guerra contra el terrorismo. Estados Unidos ha perseguido a terroristas en el Yemen, Afganistán, Siria e Irak con drones que cuestan millones. Pero, con la guerra rusa contra Ucrania, los aviones no tripulados se han convertido en un arma barata que está transformando los conflictos en todo el mundo. Estos aparatos llevan el combate a un nuevo nivel: ya no enfrentan al hombre contra el hombre ni al hombre contra la máquina. A veces enfrentan a la máquina contra la máquina.
Para los analistas estamos en un punto de inflexión en la historia militar. Es improbable que los drones por sí solos puedan capturar o mantener territorio en el futuro, pero ya son responsables del 75 por ciento de las pérdidas de soldados y equipo en la guerra de Ucrania. Incluso un tanque de última generación se convierte en una trampa mortal cuando, una vez que sus orugas han sido destruidas, los drones aguardan en el aire a que la tripulación salte del vehículo.
Potencias como China y Rusia están invirtiendo fuertemente en esta nueva tecnología. También Israel. «Ninguna operación militar israelí se lleva a cabo sin el apoyo de drones», afirma el contratista de defensa israelí Ofer Haruvi, que ayudó a establecer la división de drones del Ejército de ese país.
La organización terrorista palestina Hamás atacó al Estado judío el 7 de octubre de 2023 con drones y, desde esa fecha, el Ejército israelí envía constantemente drones a Gaza no solo para atacar a presuntos combatientes de Hamás, también para intimidar a la población. Los drones transmiten mensajes por altavoces, a veces imitan los ladridos de perros o los gritos de niños, informa Ghazi Aloul, periodista de Gaza. «Suelen venir en plena noche. Entonces nos despertamos, abrazamos a nuestros hijos y les tapamos los oídos». Israel también usó drones en la guerra contra Irán en junio. El Mosad, la agencia de inteligencia israelí, había construido secretamente fábricas de drones en Irán y usaron estos artefactos para atacar las bases de misiles iraníes.
Hasta ahora, la guerra estaba dominada por armas sofisticadas producidas en pequeñas cantidades y a un alto coste. Un F-22 Raptor estadounidense, por ejemplo, considerado el mejor avión de combate del mundo, cuesta 350 millones de dólares; el portaaviones USS Gerald R. Ford, 13.000 millones. Sin embargo, los drones que utiliza Ucrania pueden conseguirse por unos pocos cientos de euros cada uno y, si impactan, destruyen tanques rusos valorados en millones de dólares.
Los drones FPV son clave. En estas aeronaves, que pueden alcanzar velocidades superiores a los 100 kilómetros por hora, una cámara frontal envía imágenes en tiempo real a las gafas de vídeo de un piloto en tierra, que lo controla como si estuviera sentado en la cabina, con precisión. Como la conexión de radio de los drones FPV puede manipularse mediante guerra electrónica, Rusia y Ucrania utilizan inhibidores que anulan las conexiones de radio o satélite. Ambos países ahora han dado un paso más y han desarrollado drones de fibra óptica, que se conectan con sus pilotos mediante kilómetros de cables de datos y, por lo tanto, son inmunes a las interferencias electrónicas. Pero incluso los drones con cable son un paso intermedio. Los expertos creen que el futuro será de drones autónomos que, con la ayuda de la inteligencia artificial, localizarán a su objetivo sin una conexión de datos continua.
Los drones desempeñan un papel cada vez más importante para los ejércitos no solo en el aire, también en el mar. Según los expertos, los drones marítimos, por ejemplo, podrían ser decisivos para evitar que China ataque a Taiwán. «Tenemos que abandonar la idea de que los drones son solo objetos voladores», afirma Cathy Fang, del centro de estudios DSET en Taipéi. «Somos una isla. Los drones marítimos son mucho más eficaces para nosotros».
Los drones están revolucionando la industria armamentística. De los 16.000 millones de dólares actualmente invertidos, el mercado de drones militares podría crecer hasta los casi 50.000 millones en 2030. La mayoría de los nuevos fabricantes se centra en sistemas de drones basados en IA; muchos son desarrolladores de software sin experiencia en el ámbito militar, como Palmer Luckey. Este empresario estadounidense se dio a conocer con su empresa de realidad virtual Oculus, que vendió a Facebook en 2014. Tres años después fundó la empresa de defensa Anduril, que ahora desarrolla drones capaces de realizar tareas de reconocimiento, vigilancia y ataque. La compañía está valorada en más de 30.000 millones de dólares. Sin embargo, el líder en la producción de drones es China, que controla casi ocho de cada diez patentes, como los DJI. Sus productos son tan económicos que tanto Ucrania como Rusia montan granadas en drones de DJI para aficionados. Incluso Israel los usa en Gaza. En Europa son Gran Bretaña y Francia los que están invirtiendo en la adquisición de drones. Gran Bretaña ya decidió invertir más de 5000 millones de euros en drones en 2024. Francia, por su parte, pretende desembolsar una cantidad similar para 2030. Los drones se han convertido en el arma definitiva: barata, letal y cada vez más autónoma. La pregunta es quién controlará el cielo cuando estas máquinas decidan por sí mismas.