Una nueva generación de pastores

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Los alumnos son tutorizados por expertos ganaderos.

/ JORGE MARTÍNEZ

  • 20 jóvenes con sus propias historias conforman el alumnado de la Escuela de Pastores, que les enseña en Loja a conocer al detalle este mundo

Conocer a los jóvenes que conforman este año el alumnado de la Escuela de Pastores de Andalucía significa ver cómo es hoy el campo y el medio rural. Sigue siendo un mundo duro y que requiere dedicación pero, como los propios alumnos y alumnas reconocen, “no tiene nada que ver con el trabajo de días a la intemperie y con la dureza de los tiempos en que no había más herramientas que la fuerza de la persona y sus manos”. Ellos y ellas son la nueva generación de pastores y ganaderos, jóvenes de entre 18 y 30 años que tienen claro que uno de los mayores nichos laborales y empresariales actuales está en el mundo rural, y más en concreto en la ganadería extensiva, que es lo que atrae a este grupo, llegado a Loja desde casi todas las provincias andaluzas.

Llevan pocos días formándose en este ciclo, que dura cuatro meses, pero ya se les nota la soltura con la que se mueven entre el rebaño, cómo les gusta cuidar a los animales y qué proyectos tienen en mente para hacer de este su futuro laboral y su espacio de realización profesional. Como dice el coordinador de la Escuela, Francisco de Asís Ruiz, esta experiencia formativa va evolucionando. “Cada vez hay mejores ganaderos-tutores para las prácticas de los alumnos y se adaptan los contenidos a la demanda del sector actual y de los propios alumnos; la ganadería ha cambiado y el medio rural también”, dice. Pero sigue estando en peligro y por eso el IFAPA, de la Junta de Andalucía, decidió poner en marcha ya hace varias ediciones esta fórmula formativa, pensada para garantizar el relevo generacional en un sector que se ha ido envejeciendo y perdiendo en parte.

Todos los alumnos de la escuela de Pastores dicen que este es un trabajo que tiene muchas cosas que aprender y que hay muchas mejoras e innovaciones que han cambiado el manejo de los animales. “Pero son animales y hay mucho que conocer”, comentan mientras que se familiarizan con explotaciones como la de los lojeños José Luis Guerrero y Elisa Ortiz, en la finca Clavelón, cerca de Venta del Rayo. Hasta ahora estos aprendices de pastor están adquiriendo conocimientos sobre suelo, alimentación y reproducción de los animales –las llamadas ´parideras´-.

El objetivo de la escuela es dar una opción de trabajo a jóvenes que quieren incorporarse a la actividad ganadera por cuenta propia o ajena. “Hay falta de mano de obra cualificada en la ganadería extensiva”, asegura Ruiz. Pero además esta escuela intenta ser un escaparate para la ganadería extensiva que hay en Andalucía. Es una manera de que la sociedad andaluza conozca qué tipo de ganadería hay en la región, que es un sector que ocupa una parte muy importante de la comunidad y que cumple un papel económico, pero también medioambiental, social y de ordenación del territorio.

Una nueva generación de pastores

Diferentes perfiles

Entre esta nueva generación de ganaderos hay de todo. Personas con experiencia o vínculos en el sector y alumnos procedentes del mundo urbano que sienten que aquí está su verdadera vocación. Entre los primeros hay casos como Belén García, de 18 años, y su novio Luis López, que vienen de El Burgo (Málaga) con la idea puesta en montar en el futuro una quesería. “O quizá trabajar en el Norte, donde hay más pastos y oferta de trabajo”, dice Belén, a la que le viene el amor por esto de su abuelo y su tío, ambos propietarios de rebaños de ovejas y cabras. “Mis padres no estaban muy de acuerdo pero ya parece que lo están asimilando. Ellos quieren que estudie y creen que este trabajo es muy esclavo”, cuenta la joven pareja.

La decisión de estos jóvenes no siempre es entendida por los familiares, aunque incluso éstos hayan estado ligados al sector. Es lo que le ocurre a Antonio José Alba, de Loja, que con 27 años y desde los 15 trabajando en puestos tan distintos a esto como el de comercial, comenta que sus padres lo ven “un poco aventurero”. “Ellos han trabajado en esto y saben que es duro, aunque esto no tiene nada que ver a como era hace años. Pero ellos me apoyan”, cuenta Antonio José, al que la pasión por la ganadería y el campo le viene de su abuelo Rogelio. “Me he decidido porque esto me gusta, estar al aire libre con los animales, no en una fábrica o en una oficina”, explica con seguridad el joven lojeño, que también tiene claro cuál será su siguiente paso al terminar la escuela. Su idea es buscar ganado de ovejas lojeñas –unas 400 o 500 cabezas–, hacerse con suelo y pastos y centrar su negocio en la comercialización de cordero. “El futuro lo veo en la transformación de carne, embutido, congelados… y sobre todo en la puesta en marcha de canales cortos de comercialización”, comenta con decisión.

Una nueva generación de pastores

40% de mujeres

Entre el alumnado, también se hace relevante la presencia de mujeres. “Es algo muy positivo del cambio que está habiendo en este mundo; va creciendo el número de ganaderas. El año pasado había un 25% y ahora rondamos el 40% de alumnas”, comenta el coordinador de la escuela. Entre ese 40% están jovencísimas alumnas, como Zamara Heredia, de Jayena, pero también casos tan atípicos como el de Lola Ros, una funcionaria –profesora de Francés en una escuela de idiomas– que con 33 años ha decidido pedirse una excedencia en su trabajo para intentar poner en marcha uno de sus sueños: crear una quesería artesana y en torno a ella un negocio de ecoturismo.

Lola, de Molina de Segura pero desde hace años ligada a Granada, recuerda que ella no es ajena al mundo ganadero. “Mi abuelo era cabrero y mi padre tuvo una vaquería hasta que yo tenía 9 años. Después toda la familia se desligó y los cuatro hermanos hemos estudiado”. Ella ha dejado la comodidad de su vida en la ciudad y la estabilidad de su empleo por esta forma de vida. “A mis padres les chocó al principio y no les hace gracia, pero mis hermanos desde el primer momento me apoyaron. Ahora mis padres me ven ilusionada y están contentos”, afirma.

La mayoría ha tenido o tiene contacto con la ganadería, porque cuenta con experiencia en explotaciones o está esperando hacer el relevo generacional a sus familiares. Y otra es gente de fuera del sector pero que tiene claro que quiere empezar en esto con proyectos más actuales –ecoturismo, transformación de productos, etcétera-. Pero, independientemente de sus historias, todos tienen en común lo más importante: la confianza en el medio rural.